domingo, 26 de junio de 2011

SOLEMNIDAD DEL CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO




“Todo fue así: tu voz, tu dulce aliento
sobre un trozo de pan que bendijiste,
que en humildad partiste y repartiste
haciendo despedida y testamento”

Señor Nuestro Jesucristo, que en este sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu pasión, concedenos venerar de tal modo los sagrados misteriosde Tu Cuerpo y de Tu Sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de la redención tu que vives y reinas.

Yo Soy el Pan Vivo bajado del cielo;todo el que como de este pan vivirá eternamente. Aleluya!

!Oh Sagrado banquete en que Cristo se da como alimento! En el se renueva la memoria de su pasión, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la futura alegria. Aleluya.

Presencia real en la Sagrada Eucaristía.

¿Qué quiere decir presencia real?

Digámoslo con las palabras del Catecismo (n. 1374), para las que el Espíritu Santo nos dará su luz para entender y también el ardor del corazón para dejarnos abrazar por esa presencia. Presencia real significa que en el sacramento de la Eucaristía están contenidos verdadera, real y substancialmente el Cuerpo y la Sangre junto con el alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, y, por consiguiente, Cristo entero. El Santo Cura de Ars, con un lenguaje sencillo y directo decía señalando el sagrario: “Ahí está Jesús, el que nos ama tanto”. Cuando estamos delante de él, podemos decir con total seguridad: estoy delante de Jesús, estoy delante de Dios.

“Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que come de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”. Un triple mensaje en el que se entrecruzan los tiempos y la historia.

■“Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo”. Una mirada a un pasado cercano. Como el antiguo mana también Jesús ha venido de Dios. Él es el pan definitivo. El don de Dios para el hambre de los hombres. Para esa hambruna de sentido y de armonía que no logra saciar ninguno de los bienes de este mundo.

Señor Jesucristo, que te entregas a nosotros en los signos del pan y del vino, agradecemos tu entrega y tu presencia y te pedimos que nos ayudes a sentarnos a tu mesa con sincero ánimo de hermanos. Amén.

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